POR ABDELLAH KANTI
TakbarHadi reclama el cuerpo de su hijo Mohamed Lamine Haidalla, muerto hace ahora un año en El Aaiún ocupado. Dos versiones, una verdad que se ha demostrado con el tiempo. Una madre manipulada para convertir la muerte de su hijo en una cuestión política, aunque no ha dado el resultado esperado por quienes manejan a conveniencia la voluntad de muchos saharauis, que accedemos a cumplir órdenes para no empañar la causa que defendemos. Y lo sabemos, sobre todo los que vivimos día a día en El Aaiún, Smara o Dakhla y conocemos cómo funciona internamente esto del activismo.
La mayoría hemos tenido nuestros altercados particulares con las fuerzas de ocupación marroquíes, muchos hasta hemos dado con nuestros huesos en la cárcel por defender el derecho a la autodeterminación de nuestro pueblo y ser catalogados de «independentistas». Por eso, aunque nos cuesta reconocerlo, todos sabemos cómo actúan quienes nos indican qué debemos hacer, cómo, cuándo y dónde, pero seguimos aceptando sin rebelarnos lo más mínimo, aun sabiendo que no sólo nos perjudica a título personal, sino que también pone en cuestión nuestra credibilidad a nivel internacional. Hablamos en los cafés de hasta dónde estamos dispuestos a llegar y a seguir aguantando que nuestra Dirección marque el rumbo de nuestras vidas, designando a dedo a quién convertir en mártir, en preso político o en objeto de cualquier otro sacrificio en favor de la causa. Así ha ocurrido con Mohamed Lamine Haidalla, un joven saharaui de 21 años que ha pasado de ser víctima de una familia desestructurada, drogadicto y alcohólico, a ser un mártir de la causa saharaui que hace poca justicia a quienes defendemos el derecho de nuestro pueblo a ser libre e independiente con argumentos razonables y no con invenciones innecesarias.
Haidalla hacía sólo 26 días que había salido de la cárcel Negra de El Aaiún, donde cumplió 4 meses de condena por un delito de agresión con arma blanca. Es lamentable ver los efectos del alcohol y las drogas en la mente y el cuerpo de una persona, que se vuelve irracional y peligrosa sólo por conseguir el dinero suficiente para consumir por necesidad, por dependencia. Nunca fue activista, ni siquiera se mostró interesado por la política ni por la causa y le daba igual si las víctimas de sus delitos eran saharauis o marroquíes. Para él sólo eran potenciales fuentes de dinero para sus vicios. En tres años fue detenido 10 veces y ninguna por causa distinta al robo, asalto con intimidación o alteración del orden público por encontrarse drogado o ebrio, tal y como ocurrió la noche del 31 de enero de 2015 cuando irrumpió armado con un cuchillo en la tienda de Bouchair Dinar, un marroquí que apenas llevaba 7 meses instalado en El Aaiún y que se dedicaba a arreglar y tapizar muebles. No le importó que ese comercio estuviera justo frente a la casa de su abuela, donde él vivía con ella y donde, obviamente, sería fácilmente localizado tras perpetrar su atraco. Pero es evidente que el alcohol y las drogas anularon su voluntad y su capacidad de razonar.
Nadie sabe lo que ocurrió a ciencia cierta dentro de la tienda de Dinar. Allí estaban tres empleados, uno de los cuales, Yassine El Marasuh, de 19 años, salió huyendo para llamar a la policía. Los otros dos, AbdelwahidKaklaoui y BelaidAmokran, ambos de 21 años como Haidalla, quedaron frente al asaltante y se enzarzaron en una pelea en la que lograron reducir al asaltante hiriéndole con unas tijeras en el cuello. Así le encontró la policía, con esa herramienta de la tienda clavada. En el hospital le dieron 8 puntos de sutura y aconsejaron reposo para que la herida interna no se infectara. Dicen en el hospital que Haidalla estaba bajo los efectos de la droga y el alcohol y por eso no sentía dolor, así que trató varias veces de darse a la fuga. Finalmente, fue trasladado a la comisaría del distrito 6, donde ya estaban los otros dos implicados en la reyerta. El juez, dos días después, puso a los tres en libertad provisional en espera de un juicio que aclararía las circunstancias de los hechos.
Haidalla entró en la dinámica marcada, que le hacía víctima de “una paliza” propinada por seis colonos marroquíes, que le “acorralaron” y “golpearon” por ser saharaui. Así se difundía y todos callábamos la verdad de un secreto a voces, que encubríamos en favor de acrecentar con nuevos ejemplos el discurso de la violación sistemática de los Derechos Humanos en el Sahara Occidental ocupado. En realidad, a él esto le daba exactamente igual, porque se conformaba con recibir a cambio lo suficiente para seguir consumiendo, ajeno a la campaña mediática a su costa que desarrollaba internacionalmente el Frente Polisario, sin que nadie pudiera imaginar el fatal desenlace. En una de las curas que le hicieron en el hospital Ben El Mehdi, le diagnosticaron un neumotórax en el pulmón izquierdo, que requería su atención urgente en el hospital Hassan II de Agadir, donde le llevó su padre, Sidi Ahmed Haidalla. A las 3.35 horas de la madrugada del 8 de febrero, falleció por un hidroneumotórax. La conclusión de la autopsia fue «muerte por complicaciones en la herida provocada por un objeto punzante».
Ahí se disparó el circo mediático bajo el eslogan «Justicia para Haidalla». Takbar Hadi, su madre, se había trasladado a El Aaiún, ya que reside en Canarias desde su divorcio en 2004. Un dato a tener en cuenta es que, en esos diez años en los que su hijo quedo al cuidado de su abuela, sólo le visitó en 8 ocasiones. Aquella mañana del 8 de febrero recibió la visita de Brahim Dahane, de la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos (ASVDH), que estableció las pautas exactas de la línea que debía seguir la familia desde ese momento. Tanto Takbar como Hadi Mohamed Laroussi -hermano de Haidalla- debían exigir una autopsia imparcial e independiente, así como negarse a recibir el cuerpo en cada requerimiento que hicieran los agentes judiciales para entregarlo a la familia y proceder a darle sepultura antes de los tres días que marca nuestra religión. Ante esa insistente negativa, las autoridades marroquíes procedieron a enterrarlo en el cementerio público Jat a Ramla de El Aaiún, donde se colocó una lápida con su nombre y la fecha de su fallecimiento. Se le puede visitar, no es un secreto dónde se encuentra la tumba como tratan de hacer creer a todo el mundo con esa exigencia tan poco respaldada de argumentos. Paralelamente, al conocerse el trágico desenlace, el juez dictaminó orden de ingreso inmediato en prisión para los dos empleados de la tienda implicados, si bien las sospechas de la autoría de la agresión con las tijeras que finalmente le provocó la muerte recaen sobre Belaid Amokran, por su declaración ante la policía, en la que reconoce haber actuado en defensa propia ante la amenaza de Haidalla con su cuchillo. Sin antecedentes penales, ambos jóvenes ingresaron en la cárcel Negra, mientras TakbarHadi exigía justicia para su hijo, con un coro mediático acorde a la necesidad de impulsar semejante agravio a la causa.
La campana ya estaba en marcha y, dos meses después, ella estaba en huelga de hambre en una calle de Las Palmas frente al Consulado marroquí en Canarias. No se presentó reclamación oficial con sus reivindicaciones, aunque ella sí dejó constancia de una denuncia en El Aaiún contra la policía por su actuación vejatoria con Haidalla durante los días de detención en la comisaría, aunque fue desestimada por resultar carente de pruebas y por no personarse ella a defender lo indefendible, pues era más útil ocupar su tiempo en aleccionarla para el papel que le tocaría representar como «madre coraje». 35 días de huelga de hambre, con el apoyo de activistas y solidarios que hacían ruido en las redes sociales a golpe de fotos con los dedos en V. Después, 175 días más de huelga en cadena de 24 horas, en la que los políticos de turno que buscaban visibilidad (y votos fáciles) y otros «solidarios» ayunaban durante un día en la comodidad de sus casas para mantener viva la causa de «Justicia para Haidalla». Un total de 200 personas se sumaron para ser eslabones de la cadena, 10 de ellos el último día. Dos centenares y, de ellos, sólo 16 saharauis -5 de ellos mujeres- se brindaron para acompañar a Takbar en esta «gran proeza», eso sí, haciéndose notar en los días álgidos de la campaña. El activista condenado a cadena perpetua Hassana Aalia (4º día), el atleta Amaidah Salah (5º día), el poeta Liman Boicha (171º día) y el delegado en Canarias Omar Mansur (174º día).
Desde el 10 de diciembre de 2015, Día Internacional de los Derechos Humanos, Takbar está sola, en una plaza de las Palmas frente a la Delegación del Gobierno, donde cada día se instala como una gran pancarta andante, en la que se ha desplazado la lucha por su hijo en favor de dar visibilidad a la libertad de los presos políticos saharauis, al freno al expolio de los recursos naturales y a la recurrente campaña por la incorporación de competencias de Derechos Humanos en la MINURSO, sin olvidar las banderas de Sahara Libre y la reclamación de referéndum ya. Pero, insistió, completamente sola. Sólo le faltan luces de neón para ser la perfecta pancarta humana, la valla publicitaria más completa de la causa. Resulta insultante.
Y ahora, prosigamos debatiendo en los cafés la conveniencia de reactivar esta lucha, de reavivar la llama de este falso mártir que nos impide ver que nuestro Gobierno no quiere solucionar el conflicto que nos ahoga desde hace 40 años. Deberíamos dejar de hacer el juego a unos dirigentes a quienes sólo les interesamos para fabricar excusas que prolonguen su mandato y sus consignas políticas baldías, con las que llenan sus bolsillos y brindan oportunidades de futuro sólo a sus familias a costa de todos nosotros, de su pueblo. El día 8, cuando todos se sitúen nuevamente en la foto con Takbar por un día, volveremos a poner la pelota en el terreno de juego, tal y como ellos quieren. Así nos va.